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Guillermo Arriaga tiene una relación innegable con la muerte. La obra del guionista ha estado impregnado por el trauma de una noche hace casi 40 años. El 26 de diciembre de 1985 iban en la carretera en la Huasteca Potosina cuatro adultos, tres niños y un perro. Tras haber manejado toda la noche, Arriaga pasó al asiento trasero y se durmió. La persona que iba manejando, en un momento de distracción, le picó las costillas al otro acompañante que dormía en el piso y fue así que perdió el control del coche y cayeron a un barranco. El también escritor despertó en medio del siniestro, se golpeó contra una piedra y la nariz se le hizo pedazos. “A partir de ese momento, se me ocurrieron historias sobre accidentes”, admite.Desde entonces, sus proyectos siempre han girado alrededor de la tragedia: tres de las películas más importantes que escribió como colaborador del director Alejandro González Iñárritu —con quien acabó en malos términos—, Amores perros (2000), 21 gramos (2004) y Babel (2007, y por la que obtuvo una nominación al Oscar), así como cortometrajes y libros. A cielo abierto es su guion más reciente. Este texto nació ocho años después de su siniestro y ve la luz, materializado en una película —en cartelera desde el 17 de octubre—, tras haber estado 30 años archivado.Fueron sus hijos, Santiago y Mariana Arriaga, quienes lo recuperaron y decidieron que esa historia tenía que ser su debut para su ópera prima, que también marca la primera colaboración que realizan como familia en el cine. “Creo que es una experiencia que va a la pena narrar. Estos dos nacieron y me angustió mucho que me pudiera pasar algo y dejar a mis hijos chiquitos”, admite, acompañado de Santiago y Mariana, en el lobby de una sala de cine en la zona de Polanco.La película narra la historia de dos hermanos adolescentes y su hermanastra, con la que se conocen poco, y el viaje que emprenden por carretera hacia Piedras Negras, en el Estado de Coahuila, en una tensa travesía de venganza para localizar al responsable del accidente que causó la muerte de su padre.Un fotograma de la película ‘A cierlo abierto’.CinépolisSantiago, de 31 años, sabía de la existencia de la historia desde que se graduó de la universidad, pero nunca había podido leerla o dar con ella. Un día que se puso a acomodar cajas que contenían todo el trabajo de su padre, antes de la existencia de computadoras para el hogar, y encontró el manuscrito de la película. “Lo leí rapidísimo y como que conectó mucho con las personas que hemos sido a lo largo de nuestravida, como familia y como individuos. El hecho de que sucede en los noventas, que es sobre hermanos y que me recordó a los viajes en carreteras que hicimos junto en familia en Coahuila. Muchas cosas resonaron en mí al leerlo, del ambiente en el que sucedía y la historia me conmovió”, afirma el hermano menor.A cielo abierto, que previo a su recorrido comercial tuvo un paso por festivales internacionales como el de Venecia y Toronto, además de estrenarse en México en el certamen cinematográfico de Morelia, toca temas como la muerte, el duelo, la venganza, la sexualidad, la fraternidad y el amor. Fue filmada en Saltillo y Piedras Negras y se nutre de distintos géneros del cine. “Es una road movie [película de carretea] sin duda, también tiene mucho de coming of age y tiene algunos elementos de tensión que pudiera hacerla parecer un thriller”, afirma Mariana, de 33 años, a lo que su hermano le complementa: “Es un viaje, como en películas tales como Stand By Me o Y tu mama también en las que el recorrido lleva a una transición y cambio de los personajes”.“Básicamente es un drama”, agrega el padre de ambos, por las emociones fuertes que entran en juego, por el duelo, por la obsesión de venganza, pero también el encuentro del amor, de sí mismos y cómo estas emociones “pueden pulular dentro de ti”.Mariana hace énfasis sobre el duelo, un estado por el que todos hemos pasado alguna vez en la vida y cómo este puede atravesar de un modo u otro a cada persona. “Todos nuestros personajes están atravesados por algún familiar que ya no está. Hay uno que se expresa más en rabia, otro más en tratar de evadir el tema y en bloquearlo; así como una chava que está tratando de reconstruir una familia o de encajar en algún lugar”, precisa.La hermanos Arriaga llevan casi 10 años colaborando juntos. Con su productora Memento Mori Films, fundada en 2017, han realizado videoclips musicales así como comerciales para marcas internacionales. Han dirigido tres cortometrajes, Libre de culpa (2017), B-167-980-098 (2018) —ambos nominados a los premios Ariel— y La hora cero (2019), en la cual su padre también estuvo involucrado en la escritura o conceptualización de la idea de los tres proyectos.Santiago y Mariana Arriaga dirigen a un actor durante el rodaje de la película. Cinépolis“Aunque son proyectos más cortos, siguen siendo la misma técnica, el mismo lenguaje y un poco el mismo músculo. Creo que de alguna manera veníamos también con esa preparación para poder enfrentarnos a un largometraje, que si bien son más semanas de trabajo, parte del mismo lugar”, afirma Mariana sobre el trabajo junto a su hermano y padre.Guillermo Arriaga cuenta que él, originalmente, tenía que dirigir la película hace algunas décadas, en la que tenía que ser su debut como director antes de lo que fue The Burning Plain (2008), en la que hizo su debut como realizador y guionista. Sin embargo, los productores en ese entonces no respetaron el contrato que habían suscrito y buscaron a otros candidatos para dirigir el proyecto. Fue otro de los motivos por el que A cielo abierto permaneció guardado por tanto tiempo.“La verdad que bueno que no fui yo y fueron directores más talentosos a los que admiro desde su trabajo en cortometrajes. No por ser mis hijos les hubiera entregado algo tan personal si no considerara que tenían el talento o la capacidad para hacerlo”, afirma Arriaga.En este momento, el también novelista, quien se llevó el Premio Alfaguara en 2020 por Salvar el fuego, se encuentra escribiendo su cuarta obra consecutiva a la par que prepara un guion para una producción con la cual le gustaría seguir ejercitando el músculo de la dirección. Sin embargo, también quiere que la experiencia en el plató con sus hijos se repita más pronto que tarde.“Ya volveré a escribir para ellos porque no me queda de otra”, afirma con una sonrisa mientras sus hijos ríen. “Obviamente tengo que terminar esta novela, quiero escribir lo que quiero dirigir yo y luego les voy a escribir a ellos o quizá antes de la que dirija”, finaliza. El camino cinematográfico de la familia Arriaga apenas comienza.

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