En cuanto a comprensión de lectura, Felipe Garrido (Guadalajara, 1942) compara a México con un niño que apenas gatea. “Nos hemos conformado con aprender a gatear cuando lo que nos hace falta es aprender a caminar, a correr, a usar nuestras piernas. Tenemos cuatro millones de lectores, capaces de entender lo que leen, y unos 30 millones de analfabetos que no son lectores, gente que está alfabetizada, pero no es lectora, que no está acostumbrada a leer y no ha descubierto los placeres de la lectura”.
Además de escritor y traductor, Garrido tiene más de medio siglo enseñando y la comprensión de lo que se lee siempre ha sido uno de sus intereses. A la docena de libros que ha escrito sobre el tema suma: “Sin comprensión no hay lectura”, volumen con el que la Academia Mexicana de la Lengua (AML) inaugura la colección ‘Manuales’, coordinada por el autor.
Formar personas lectoras, dice, debe ser el principal objetivo de la educación básica:
“De esos 34 millones, 30 estuvieron recluidos durante 12, 14 años en las escuelas, de preescolar a secundaria, que es lo que comprende la educación básica. Pero los engañamos, encerramos a un niño de 12 años para enseñarle y no lo hemos formado como lector, no hemos conseguido que sea un lector autónomo, capaz de ir escogiendo lecturas por su cuenta. Es una especie de trampa. No se justifican 12 años de encierro para después no entender los textos que se leen”.
Fundada en 1875, la AML busca extender hacía fuera los conocimientos que concentra. Hace 20 años, cuenta Garrido, se crearon las comisiones de Lexicografía, encargada de los diccionarios, y la de Consultas, que llegó para sustituir al secretario de la Academia como único responsable de aclarar las dudas de la gente sobre el uso de la lengua; la lingüista Concepción Company dirige la primera, y él la segunda.
Del trabajo de estas comisiones surge ‘Manuales’:
“Libritos de entre 80 y 90 páginas dirigidos a un público nada especializado, a jóvenes o adultos que no son lingüistas, ni son gramáticos, sino hablantes del español que quieren hablar lo mejor que se pueda, que tienen dudas sobre el idioma y sobre temas pegaditos a la lengua”.
Además del título de Garrido, han sido editados siete libros más: “Qué es y qué no es la Academia Mexicana de la Lengua” de Gonzalo Celorio;
“Los indigenismos en el español de México” de Patrick Johansson; “¿Qué hay que saber de la historia de la lengua española?” de Concepción Company, así como “Marcas que marcan”, “¿Cómo se dice…?”, “¿De dónde vendrá eso de…?” y “¿Qué significa?”, surgido a partir de las dudas que responde la Comisión de Consultas.
Las propias dudas de los hablantes irán marcando el rumbo de la colección, por el momento “estamos viendo la manera de que a principios del año próximo se abra un espacio para ocuparnos directamente de esos nuevos lenguajes que la evolución de las ciencias, de las artes, de la política nos van imponiendo. Hay términos que se usan por un tiempo y luego desaparecen; ahora estamos asistiendo a cómo desaparece Twitter, que creció, tuvo su vocabulario y en este momento cambió a X. Realmente no sabemos si va a seguirse usando”, dice.
A DETALLE
Los Manuales de la AML aclaran el significado de palabras como gabacho, godínez o chido.
También se ocupan de explicar de dónde viene catrina, caer el chahuistle o chapulinear.
Aclaran dudas sobre escribir guasap o guatsap; lamer o lamber; tlayuda o clayuda.
FOTO: LESLIE PÉREZ
MAAZ